Si miramos con cuidado puede hacerse evidente que muchas de las herramientas que nos ofrece el mundo digital no parten de estrategias extrañas ni completamente nuevas para las humanidades. De hecho, a pesar de que ahora existen formas iterativas, masivas y automatizadas de entender la cultura y las sociedades humanas, las estrategias subyacentes llevan mucho tiempo entre nosotros.
Por ejemplo, ¿qué podrían tener en común una pintura de Picasso y una gráfica de barras? O, ¿qué puede enseñarnos el arte moderno acerca de la visualización de datos? Mientras que el arte moderno, como el de Picasso, normalmente lo relacionamos con la exploración de la creatividad individual, las visualizaciones de datos las relacionamos con la descripción fría de los hechos del mundo; ¿podrían tener algo en común? Para encontrar esa relación, debemos pensar en lo abstracto.
En un artículo titulado “La esencia de la matemática”, el filósofo y semiólogo Charles Peirce propuso una descripción y definición del proceso lógico de la abstracción, fundamental en el pensamiento matemático. Ese proceso, en términos sencillos, podríamos explicarlo así: tomemos una frase que tenga un sustantivo y un adjetivo. Por ejemplo, como lo hace el propio Peirce, pensemos en la frase “La miel dulce”. Así como está la frase, sabemos que “dulce” es una cualidad de la miel; de ahí que la pongamos como adjetivo. Pero qué tal si modificamos la frase de esta manera: “La miel posee dulzura”. Al hacer esto, que no es poca cosa, estamos sustantivando el adjetivo “dulce”, y estamos separándolo de su dependencia con la “miel”. Luego de ese proceso, podemos fijarnos en la “dulzura” y pensar en ella sin necesidad de relacionarla con la miel. ¿Qué otras cosas tienen “dulzura”? El azúcar, la panela, el helado, incluso, si queremos, las personas. En este punto estamos manipulando la cualidad abstracta de la dulzura y estamos proyectándola sobre muchos casos diversos, igual que como sucede, por ejemplo, con una fórmula trigonométrica abstracta que se aplique por igual a muchos casos de triángulos. Cuando abstraemos, tomamos un rasgo de la experiencia y lo separamos de todo lo demás, le damos una importancia especial que nos permite ganar un insight, un aprendizaje novedoso acerca del mundo, una generalización libre de ruido. Eso lo entendía Peirce con respecto a la lógica y la matemática, pero también lo entendían los artistas modernos.
En 1945, el artista Pablo Picasso realizó una serie de litografías que representaban de muchas formas la figura de un toro, a veces con mucho detalle y a veces con muy poco. Cuando se ven por separado, a cada una de esas obras la llaman simplemente “El toro”, pero cuando están juntas adquieren un título interesante: “Once estados”. Resulta que Picasso utilizó la misma piedra litográfica para realizar cada una de las versiones del toro, y su proceso de creación artística consistió en ejecutar pequeñas modificaciones a cada versión previa de la imagen. Como si hiciéramos un dibujo muy complejo y con un borrador lo desdibujáramos selectivamente. Así, poco a poco, en la medida en la que avanzaban los estados, la representación gráfica del animal se hacía más sencilla. El estado undécimo representaba, si queremos, el toro esencial, el toro mínimo. Como muchos artistas modernos, Picasso pensaba que este proceso de abstracción era útil para encontrar nuevas apreciaciones estéticas del mundo, y que abstraer, más que una cosa del instinto, es un proceso racional. La obra de arte es un signo que manifiesta el proceso mental del artista, y que gana significado gracias al proceso de abstracción. El crítico de arte Guillaume Apollinaire decía explícitamente en el Manifiesto Cubista que “La mayor parte de los nuevos pintores hacen matemáticas sin conocerlas, pero aún no han abandonado la naturaleza que interrogan pacientemente para que les enseñe el camino de la vida. Picasso estudia un objeto como un cirujano diseca un cadáver”.
Las visualizaciones de datos que se usan para estudiar la cultura y las sociedades en las humanidades digitales utilizan estrategias similares a las del arte y las matemáticas. Se separan cualidades relevantes de un hecho y se observa cómo se repiten en casos diversos, cómo se pueden generalizar para obtener información que no era evidente antes de la abstracción. Muchas veces, esas visualizaciones nos permiten traer a escala humana extensiones larguísimas de tiempo, de espacio o números que no se pueden contar fácilmente; en otras ocasiones, las visualizaciones limpian el ruido para asentar lo que está ahí pero no es tan evidente. Por ejemplo, ¿qué opinan de mi bodegón/visualización abstracta? Está basado en el ”Bodegón con membrillo, repollo, melón y pepino” del pintor español Juan Sánchez Cotán ¿Qué información nueva puede darnos acerca de la pintura?
Una última idea. Convertir lo abstracto en signos, en visualizaciones, conlleva otro proceso interesante, que es igualmente humanista y matemático: la visualización debe ser interpretada por alguien. Así, la visualización es una interpretación, pues implica estructurar datos a partir de objetos culturales, pero también debe ser re-interpretada por una audiencia. A pesar de que los computadores pueden realizar operaciones tediosísimas para los seres humanos, y pueden ahorrarnos muchísimo trabajo, no tienen la capacidad interpretativa que tenemos nosotros. La visualización sintetiza la información compleja, pero es nuestra tarea, al igual que cuando vamos a una exposición de arte, ofrecer una interpretación, y evaluar si la abstracción es la correcta, si está sesgada, si pertenece a un movimiento de vanguardia que ya está caduco, o si propone nuevos puntos de vista frente a un tema común. Quien visualiza la información que se recoge de las complejidades humanas, en algún sentido debe tener ojo de artista, y quien la interpreta debe tener ojo de crítico.
—Por Sergio Rodríguez Gómez — Instagram:@srsergiorodriguez
La Red recomienda: el libro Graphesis de Johanna Drucker. Allí se explora y se ofrece un lenguaje crítico para entender distintas formas de conocimiento gráfico.